jueves, 12 de noviembre de 2009

QUE COMER PARA NO TENER DIABETES


La diabetes es un problema de salud muy grave; se sabe que es la primera causa de muerte en nuestro país. 60% de las personas que la padecen son mujeres y 40% son hombres.

Esto está muy relacionado con el tipo de obesidad que se está presentando en la actualidad. La grasa se acumula a nivel central, antes los cuerpos tenían más como forma de ‘pera’, pero ahora está concentrada en el abdomen, entonces se vincula con cambios metabólicos y esto incluye a la diabetes.

Debemos tener una vida activa y una alimentación sana para que así la grasa vaya disminuyendo. El abdomen en las mujeres no debe medir 80 centímetros, y en los hombres no más de 90.

El cambio en el estilo de vida de la mujer ha provocado que tenga menos control sobre lo que come; además del estrés, ansiedad, vida sedentaria, lo que nos vuelve más propensas a desarrollar este tipo de enfermedades.

Una persona que ya está diagnosticada como diabético, debe permanecer cerca de su médico, ya que es importante revisar sus riñones y otros órganos que se pueden ver afectados. Es importante saber si los medicamentos que consume son los adecuados y si le ayudan a prevenir daño renal.

La alimentación es el punto más importante para prevenir enfermedades. Si comemos balanceadamente podemos prevenir muchos padecimientos, incluso si tenemos predisposición genética.

¿Cómo puedo prevenir la diabetes?

El principal factor de riesgo genético para padecerla es la obesidad, así que lo más importante es mantenernos en un peso sano. Para lograrlo debemos:

• Evitar las calorías que se encuentran principalmente en los azúcares, no necesariamente en las harinas o cereales.

• Disminuir el consumo de grasas de origen animal y aumentar las de origen vegetal.

• Consumir una cantidad moderada de cereales y sus derivados.

• Comer muchas frutas y verduras, ya que nos proporcionan vitaminas, minerales y antioxidantes.

• Realizar una actividad cardiovascular. Podemos bailar, caminar o andar en bicicleta al menos 30 minutos al día.


¿Cómo alimentarme si ya tengo diabetes?

La dieta de una persona diabética debe ser individualizada, dependiendo del medicamento, la edad y factores de riesgo. En general se les pide que:

• Disminuyan el consumo de azúcares.

• No consuman alimentos que sólo les aporten carbohidratos. Si desayunan un plato de fruta, lo mejor es que lo acompañen con algo de proteína que lo compense como yogurt o queso cottage.

• Consumir fibra soluble que se encuentra en las leguminosas como el fríjol, y en el nopal, papaya, manzana o pera. La fibra soluble ayuda a que las azúcares se absorban más lentamente.

Algunas personas pueden controlar su padecimiento a través de la alimentación, algunos pacientes ni siquiera requieren de medicamentos o sólo necesitan una dosis modesta.

Diabetes en los niños

Se ha visto que ha aumentado en los niños, esto porque la obesidad infantil se ha elevado mucho. Antes cuando se hablaba de diabetes en niños se pensaba que sólo padecían diabetes tipo 1, de origen inmune; ahora hay muchos niños que son tipo 2, que es la que aparece en edad adulta.

Se presenta por lo mismo que en los adultos: una alimentación rica en azúcares y harinas como galletas, papas o refrescos. Si un niño tiene predisposición genética y se alimenta mal, entonces puede desarrollar la enfermedad .

Las mamás deben buscar opciones para los alimentos chatarra, deben procurar darles pequeñas cantidades, y combinar siempre con alimentos saludables como frutas y verduras.

POR QUE SENTIMOS DOLOR?


En una zona del cerebro conocida como “matriz del dolor”, se conjuntan diversas sustancias que libera la médula ósea y que conforman tanto el dolor físico como el emocional, debido a que el sistema nervioso central (SNC) no distingue uno del otro, “para él simplemente es dolor y lo ubica en una misma zona”.

Ambos tipos de dolor se activan en la mismas áreas del cerebro, no obstante que el dolor físico está más ligado a sensaciones asociadas a tejidos como piel, órganos o cualquier parte del cuerpo.

En tanto, los estímulos del dolor emocional provienen del sistema límbico, si bien, ambos corresponden a señales de alerta ante riesgos, malestares, enfermedades o peligros.

El dolor se produce mediante neuronas especiales a las que se denomina aferentes primarias, capaces de extraer información proveniente tanto de manera externa como interna en forma de estímulos nocivos como la presión, punción, temperatura o golpes, entre otros.

Este fenómeno se produce a partir de los mastocitos, un tipo de células cebadas que se originan en las células madre de la médula espinal y que se activan mediante procesos inflamatorios.

Estas liberan diversas sustancias como prostaglandinas, histamina, serotonina y bradicinina, entre otras, las cuales llegan hasta la zona del cerebro que mencionamos al inicio de la nota, conocida como matriz del dolor.

De esta manera, cuando se somete al individuo a estímulos dolorosos, el flujo sanguíneo se incrementa en la matriz del dolor, lo que provoca esta sensación como una respuesta a prácticamente todas las zonas del organismo donde estén conectados ciertos sensores nerviosos.

Una de las zonas que excepcionalmente no cuentan con estos sensores del dolor son las vísceras, de tal suerte que el hígado no cuenta con la capacidad de doler, pero tampoco otras del sistema digestivo.

Una vez que estos sensores captan el estímulo doloroso, llevan la señal hasta la médula espinal y por ese conducto la sensación la capta el SNC, donde el componente sensorial con el emocional, percibe el dolor.

Después establece su ubicación y cualidad: dónde, cómo, con qué intensidad duele y cuál es su cualidad, en tanto que el dolor emocional se relaciona con las experiencias previas del dolor y el estrato socioeconómico del paciente, de esa manera le da el componente desagradable acorde al perfil del individuo.

Un golpe en la mandíbula no puede ser asimilado de la misma manera por un boxeador que por un estibador.

El dolor físico se divide en dos: agudo y crónico. El agudo es de corta duración e intensidad, puede provocar hasta sudoración o incluso desmayos, acelera el corazón y aumenta la presión arterial.

En tanto, el crónico es de una dolencia superior a tres meses, proviene de problemas serios de salud como cáncer, diabetes o artritis reumatoide, por ejemplo; pero también altera el sueño, disminuye el apetito, hay pérdida de peso, disminución del libido, ansiedad y depresión.

LAS EMOCIONES PUEDEN ENFERMAR TU CUERPO


Cuando una persona presenta algún tipo de malestar físico es normal que acuda con un médico especialista para averiguar la causa de dicha afección y así, posteriormente, encontrar la solución al problema. Sin embargo, existen casos en los que después de una adecuada revisión médica, nos encontramos con que aparentemente no hay un motivo claro desde el punto de vista médico que justifique ese malestar, y no sólo eso, sino que, en ocasiones, escuchamos frases como “lo que le está pasando es psicológico” o “el problema es emocional”. Tal puede ser el caso de algunos padecimientos comunes como dolores de cabeza, taquicardias, enfermedades gastrointestinales (colitis, gastritis, etc.), afecciones en la piel (dermatitis, etc.). Pero, ¿puede ser que algo que sucede a nivel emocional se pueda reflejar en nuestro cuerpo y que llegue incluso a provocar una enfermedad?

Para responder a esta pregunta es importante aclarar qué es la angustia y cuál es su relación con el cuerpo, para posteriormente comprender cómo una situación de corte emocional puede acarrear consecuencias a nivel fisiológico, así como identificar las circunstancias que nos podrían predisponer a una situación de este tipo.

En términos generales, la angustia constituye un estado afectivo de carácter negativo o displacentero, que funciona como señal de alarma ante un peligro desconocido, que puede o no presentarse en la realidad. Podemos sentir angustia ante la simple idea de algo que pudiera pasar, a pesar de que no esté sucediendo realmente en ese momento. Ahora bien, es muy importante establecer la diferencia que existe entre la angustia y el miedo, ya que en éste último sí tenemos identificada la fuente que provoca el temor; sin embargo, la característica principal de la angustia consiste en no saber a qué nos podemos enfrentar, y es precisamente por ello que se torna tan desagradable el sentirse angustiado.

Dependiendo de la fuente que provoca la angustia, así como de la intensidad con la que ésta se presenta, también suelen manifestarse signos a nivel fisiológico, como sudoración, taquicardia, mareos, sensación de que se nubla la vista, respiración agitada o sensación de que falta el aire, opresión en el pecho, etc. De esta manera, vemos cómo un acontecimiento de corte emocional viene acompañado de señales de alarma a nivel corporal.

Por otro lado, también es importante destacar que a partir de estas señales, la angustia puede derivar en otros padecimientos de corte orgánico.

Existen muchas situaciones en la vida cotidiana que generan angustia, tales como una entrevista de trabajo, iniciar una relación de pareja, presentar un examen, exponer un proyecto en el trabajo, la actual crisis económica global o los brotes de enfermedades respiratorias como la influenza. Una persona podrá sentir o no angustia, dependiendo de las herramientas y fortaleza con las que cuente para hacerle frente a situaciones de la vida diaria. Tal vez para cierta persona sea muy estresante un cambio de trabajo, sin embargo este hecho puede ser de lo más normal para otra.

No obstante, es de suma importancia poder identificar y hacer consciente la fuente original que provoca la angustia, así como su relación con la realidad psíquica y emocional particular del individuo, ya que, generalmente, la angustia se presenta por causas de las cuales un individuo no tiene conciencia. Es decir, si una persona se siente sumamente angustiada porque tiene que cambiar de lugar de residencia, probablemente en el fondo la fuente original de la angustia no es el cambio en sí, sino las consecuencias que éste pueda acarrear, tales como una mayor responsabilidad, la separación de sus seres queridos, el temor de fracasar ante un nuevo proyecto, etc. Y son estos últimos aspectos sobre los que será fundamental trabajar, con el fin de que esta angustia no crezca cada vez más.

Ahora bien, cuando no se detecta la fuente original de lo que provoca la angustia, sucede que el cuerpo puede comenzar a ser partícipe de la situación, y entonces emitirá señales cada vez más intensas de que algo no está del todo bien. Si no podemos hablar ni hacer consciente el motivo que genera la angustia, el cuerpo tratará también de “expresarse”, por medio del trastorno de alguna de sus funciones. Para evitar lo anterior, es muy importante identificar en primer lugar si la causa del malestar es realmente de tipo orgánico. De lo contrario, se recomienda iniciar un proceso terapéutico, con el fin de tener la oportunidad de explorar qué factores de la vida diaria así como de la historia personal del individuo están provocando esta afección en el cuerpo, al grado de convertirse en el depositario de aquello que nos angustia pero que no sabemos a ciencia cierta qué es. Una vez identificada la fuente de la angustia podremos trabajar sobre sus consecuencias e implicaciones, para despojar poco a poco al cuerpo de un malestar psíquico que no tuvo otra manera de expresarse.

NIÑOS SIN DEFENSAS, UN MAL COMUN EN NUESTROS DIAS 1

Los niños que nacen con inmunodeficiencias primarias cuentan con un sistema inmunológico afectado, por lo que tienen más infecciones de lo normal, las cuales son más graves y originadas por gérmenes a personas sanas no les hacen daño.

Las inmunodeficiencias primarias son trastornos heredados, “algunos de ellos son heredados por el cromosoma X, los trasmite la mamá a los varones y si el padre nada más tiene un cromosoma X, nos toca afectado o enfermo, entonces se hereda la enfermedad. Esto pasa en 2 de cada 3 niños con esta condición” explica el Dr. Francisco Javier Espinosa Rosales, presidente de la Fundación Mexicana Para Niñas y Niños con Inmunodeficiencias Primarias A.C. y subdirector de Investigación del Instituto Nacional de Pediatría.

Otro grupo de niños lo tiene porque los papás comparten un mismo gen defectuoso. “Todos tenemos estos genes defectuosos pero como tenemos dos copias, entonces casi nunca se manifiesta una enfermedad genética; a menos de que nuestros padres tengan la mala suerte de tener el mismo gen dañado, pero esto sólo suele pasar cuando tienen una relación genética, algún parentesco”.

Se cree que estos problemas son raros, pero se calcula que uno de cada 500 niños nace con una forma de inmunodeficiencia primaria. La más común es la que se produce por la inmunoglobulina que afortunadamente no es un defecto grave, sólo son niños que tienen más infecciones respiratorias; sin embargo “si no se les diagnostica y atiende a tiempo , pueden morir por complicaciones”.

Los defectos graves, los que pueden producir la muerte si no se identifica en el momento adecuado, están presentes en 1 de cada 8000 niños. Si contamos que en México nacen dos millones de niños aproximadamente, entonces nacen de 250 a 300 niños con este tipo de inmunodeficiencias.

NIÑOS SIN DEFENSAS, UN MAL COMUN EN NUESTROS DIAS



¿Cómo saber si mi hijo tiene una inmunodeficiencia?

• Se enferman muy frecuentemente, tienen infecciones más graves y por gérmenes que normalmente no hacen daño.

• Son niños que tienen familiares que han muerto jóvenes o que sus padres son parientes.

• No crecen en forma adecuada ya que las infecciones son muy frecuentes y alteran su desarrollo: peso y estatura.

Para identificarlas se realiza una biometría hemática y un conteo de inmunoglobulinas. “Algunos pacientes necesitan estudios más complejos pero son los menos” asegura el Dr. Francisco Javier Espinosa.

Existen tres grupos importantes de estas enfermedades:

Inmunodeficiencias congénitas o primarias. La producción de anticuerpos de inmunoglobulina, que son las balas que marcan los gérmenes están bajas, es la más frecuente. Tratamiento: Los niños pueden tener una vida normal si se les ponen “anticuerpos vía intravenosa y de inmunoglobulina endovenosa mensualmente”.

Imunodeficiencias combinadas graves. Son los famosos “niños burbuja”, una tercera parte de los pequeños con inmunodeficiencias la tienen. “Éstos no tienen anticuerpos, ni defensas, ni linfocitos; el 99% puede morir en el primer año si no se les diagnostica. Tratamiento: Transplante de células progenitoras hematopoyéticas de cordón umbilical, médula ósea o de un donador de sangre compatible” agraga el Dr. Espinosa.

Defectos de fagocitosis. Del 15 al 20% tienen una inmunodeficiencia de este tipo. Los fagocitos son las células que se comen a los gérmenes. Tratamiento: Se administra un medicamento que se llama interferón gamma.

No todos los hijos de una misma pareja tendrían este tipo de defectos, “depende del factor de herencia. En el caso de los que son heredados por el cromosoma X, que sólo afecta a los varones, dañaría al 50% de los varones de esa familia y el 50% de las niñas podrían ser portadoras, pero sanas”.

“En el caso de que fueran de forma recesiva, por parentesco, uno de cada 4 hijos tendrán el problema. Tendrían un 25% de riesgo en cada embarazo de que el siguiente hijo pueda tener el mismo trastorno genético”.

Es importante mencionar que existe el tratamiento adecuado para tratarlos, lo importante es que los médicos de primer contacto se pregunten por qué un niño se enferma demasiado. Los especialistas que pueden tratar esta clase de males son los pediatras y pediatras especialistas en alergia e inmunología.

HERBOLARIA

La herbolaria -conjunto de conocimientos relativos a las propiedades curativas de las plantas- aún constituye el recurso mas conocido y accesible para grandes núcleos de la población mexicana, incluso, la Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoce el valor de esta práctica terapéutica y le otorga gran importancia en los esquemas públicos de salud.

Cabe destacar que en la actualidad existe inmensa documentación científica relacionada con la herbolaria, por ejemplo, se sabe que en México se han registrado aproximadamente 4 mil especies con atributos medicinales (15% de la flora total). Este número coincide con lo informado en varias regiones del mundo por especialistas en la materia, quienes consideran que 1 de cada 7 tipos de plantas posee alguna propiedad curativa.

Al respecto, es importante saber que los principales laboratorios y grupos farmacéuticos han desarrollado medicamentos a base de plantas, además de que cuentan con especialistas (biólogos, botánicos, antropólogos y químicos) que trabajan en líneas de investigación dirigidas a la clasificación de vegetales y hierbas con propiedades medicinales.

Principales usos
Desde la antigüedad las plantas han sido utilizadas para desarrollar fármacos, saborizantes y aceites aromáticos, entre otros productos, conocimientos que han sido transmitidos de una generación a otra y que en la actualidad son reconocidos e investigados a profundidad por diferentes disciplinas científicas, como Química, Biología, Botánica y Farmacología.

Cabe destacar que los hallazgos obtenidos a través del tiempo han permitido distinguir en la amplia variedad de plantas y hierbas diversas propiedades terapéuticas, entre las que se encuentran:
Antihelmíntica. Destruye y permite la expulsión de parásitos intestinales.

Antiinflamatoria. Alivia o reduce la inflamación o hinchazón de tejidos.

Antimicrobiana. Extermina a los microbios causantes de enfermedades y ayuda a fortalecer los mecanismos de defensa del organismo.

Astringente. Reduce la irritación cutánea y crea barrera que protege de infecciones.

Estimulante del sistema digestivo. Induce el apetito y producción de jugos digestivos.

Carminativa. Calma la inflamación de las paredes intestinales y permite la eliminación de gases del tubo digestivo.

Emoliente. Tiene acción antiácida y protege a los tejidos irritados o inflamados.

Diurético. Aumenta la producción y eliminación de orina.

Emenagoga. Estimula la expulsión del flujo menstrual.

Expectorante. Permite la eliminación de mucosidades alojadas en vías respiratorias.

Hepática. Fortalece al hígado y ayuda a que este órgano funcione adecuadamente.

Tranquilizante. Ayuda a reducir y controlar estados de nerviosismo, ansiedad e inquietud.

Las plantas y hierbas que se utilizan con mayor frecuencia en forma de infusiones (tés), medicamentos y suplementos alimenticios incluyen las siguientes especies:
Abeto. Posee propiedades antisépticas y expectorantes.

Acelga. Permite que el hígado funcione correctamente y promueve la eliminación de orina.

Aciano. Tiene efecto antibiótico, diurético y antiinflamatorio, asimismo, se dice que ayuda a fortalecer la vista en personas de edad avanzada.

Ajo. Se usa como antiséptico, antimicrobiano, hipotensor (reduce la presión arterial), hipocolesterolemiante (disminuye los niveles de colesterol) y en la prevención de trombos (formación de coágulos que pueden tapar venas y arterias).

Aloe vera. Cuando es ingerido mejora la digestión, desintoxica al organismo y equilibra la flora bacteriana gastrointestinal, y al aplicar sobre la piel productos que lo contienen proporciona suavidad, regenera células y previene el envejecimiento prematuro.

Anís. Sirve para aliviar cólicos intestinales y controlar accesos de tos.

Árnica. Útil para desinflamar y aliviar el dolor ocasionado por golpes, y heridas.

Belladona. Disminuye las secreciones salivares, gástricas, nasales y sudoríparas, asimismo, tiene efecto analgésico.

Berro. Contiene gran cantidad de vitaminas A, C, D y E, siendo la C o ácido ascórbico la que posee en mayor cantidad, de ahí su uso para combatir el escorbuto; también es eficaz en casos de deficiencia vitamínica, es estimulante del apetito y expectorante.

Boldo. Se emplea en infusión para tratar afecciones en hígado, acidez estomacal, gases y fatiga excesiva.

Caléndula. Se caracteriza por tener acción antipirética (reduce la fiebre), analgésica, antiinflamatoria, antiséptica y cicatrizante.

Castaña de Indias. Posee propiedades antiinflamatorias y antiedematosas (evita o controla la acumulación de líquidos en alguna zona), lo que la hace ideal para tratar hemorroides y várices.

Cimicifuga racemosa. Auxiliar en el tratamiento de los síntomas presentes antes, durante y después de la menopausia, como bochornos, sudoración excesiva y alteraciones emotivas ocasionadas por los cambios hormonales (irritabilidad, nerviosismo, insomnio, cansancio y dificultad para concentrarse).

Cola de caballo. Fomenta la formación de glóbulos rojos, induce la eliminación de orina y reduce la fatiga.

Diente de león. Funge como diurético, laxante suave y estimulante de la secreción biliar.

Epazote. Se utiliza para controlar padecimientos digestivos y trastornos menstruales (dolor o dismenorrea).

Epazote de zorrillo. Destruye parásitos o lombrices intestinales, alivia la diarrea, dolor de estómago, calambres y cólicos menstruales.

Equinácea. Estimula al sistema inmunológico (aquel que nos defiende de agresiones externas).

Eucalipto. Descongestiona las vías respiratorias y permite la expulsión de flemas (expectorante).

Flor de azahar. Buen sedante nervioso, adecuado para estados de tensión y estrés, así como trastornos estomacales.

Flor de sauco. Se emplea para aliviar afecciones respiratorias, como bronquitis, dolor en pecho y tos ferina (infección que se caracteriza por intensos accesos de tos seguidos de aspiración prolongada y profunda que emite sonido agudo).

Fresno. Es antidiarreico, diurético y antiinflamatorio.

Gingko biloba. Diversos estudios indican que esta planta, proveniente de China, mejora la circulación sanguínea y las funciones mentales.

Ginseng. Vegetal originario de Asia oriental que se ha utilizado desde hace muchos años como tónico contra la fatiga física y mental.

Gordolobo. Útil para tratar afecciones respiratorias, como tos, bronquitis e inflamación de las mucosas.

Hierbabuena. Alivia la indigestión, cólicos intestinales y dolor de cabeza originado por nerviosismo.

Higuera. Reduce los niveles de glucosa en sangre.

Manzanilla. Se emplea en infusión para controlar problemas estomacales y digestivos, así como para disminuir la inflamación en la mucosa de los ojos.

Mastuerzo. Calma el dolor de cabeza, destruye microbios, induce la eliminación de orina y trata afecciones en la piel (por ejemplo, manchas e irritaciones).

Menta. Se emplea para controlar diarrea, náuseas, vómitos y cólicos abdominales.

Olivo. Reduce la presión arterial.

Pasiflora. Excelente sedante que se recomienda en casos de insomnio, despertares nocturnos, ansiedad y estrés.

Romero. Posee acción cicatrizante, antiséptica y estimulante del sistema nervioso, corazón y circulación.

Salvia. Útil para controlar gases gastrointestinales, transpiración excesiva, alteraciones nerviosas y desinfectar heridas.

Serenoa repens. También conocida como palma enana americana, es útil para reducir el crecimiento e inflamación de la próstata.

Tila. Planta que se utiliza para calmar los nervios, estrés y ansiedad, inducir el sueño y controlar accesos de tos.

Tronadora. Reduce los niveles de glucosa en sangre, alivia el dolor de estómago y controla la gastritis.

Uña de gato. Enredadera originaria de Perú, conocida científicamente como uncaria tomentosa, se utiliza para tratar artritis (inflamación de las articulaciones), limpiar el aparato digestivo y fortalecer al sistema inmunológico.

Valeriana. Se utiliza para tratar insomnio, ansiedad y nerviosismo, además de que actúa como relajante muscular.

Considere que aunque estos productos sean denominados naturales no deben administrarse a diestra y siniestra, pues requieren dosificación precisa y oportuna por parte de un especialista.