El otro día discutía con un amigo sobre la diferencia entre curarte con medicinas o buscar un medio más alternativo. Me parece irónico que después de descubrimientos como la penicilina, los millones de dólares invertidos en investigación médica y tecnológica para curar enfermedades –así como para que los alimentos duren más, luzcan y sepan mejor–, hoy los humanos enfrentamos muchos más retos de salud que nuestros abuelos.
Es un hecho que en gran parte del mundo padecemos un serio problema de obesidad y hay más propensión a enfermedades como cáncer, diabetes y otras crónico degenerativas. Hoy, tener algún síntoma como falta de energía, gripas frecuentes, ansiedad, dolores musculares, irritabilidad o dolores de cabeza, es lo más común.
Es ineludible que la alimentación de nuestros ancestros era muy diferente a la nuestra. Lo que comían era natural, orgánico y no procesado ni aderezado con químicos de nombres rarísimos, u hormonas de ningún tipo.
Como mi abuelo –quien en las mañanas les hacía el licuado a sus hijas con todo y cáscara de huevo– me heredó el gusto por los remedios naturales, comparto contigo los últimos descubrimientos en nutrición sobre la Dieta Alcalina, que me parecen lógicos y fáciles de seguir, además de que sus adeptos garantizan que no sólo adelgazas, sino que favorece tu digestión, te sientes con la energía de un niño, mejora tu claridad mental y tu bienestar en general.
¿Cual es la base de la Dieta Alcalina?
Los alimentos, por lo general, se clasifican en ácidos o alcalinos basados en sus valores de pH, en el residuo que dejan en el cuerpo humano después de que son metabolizados. Este efecto resulta del contenido mineral de los alimentos y, por ende, del residuo de ceniza que queda en el cuerpo después de haberlos consumido. Así, algunos alimentos dejan un residuo ácido y, otros, alcalino. Lo ideal, como en todo, es mantener un balance entre ambos.
Los alimentos que contienen minerales alcalinos –y dejan una ceniza de este tipo– son los que sabemos "buenos" para nosotros: fruta fresca, vegetales, raíces, tubérculos, nueces, legumbres y alimentos bajos en azúcares. ¿Y los que dejan una ceniza ácida? Adivinaste… dulces, alcohol, grasas saturadas, exceso de sal, carne, queso, harinas blancas, leche y demás.
"Tu salud depende de un ambiente alcalino en tu cuerpo, que se crea al comer alimentos como aguacates, jitomates, y verduras verdes… para lograr el balance 80/20 –comer un 70–80 por ciento de alimentos alcalinos y un 20–30 de ácidos– y regular la química ácido/alcalino de tu cuerpo a través de cambios sencillos, que pueden resultar en pérdida de peso, aumento de energía, y un sistema inmunológico más fuerte y una sensación de mayor bienestar". Esto lo asegura el doctor Robert O. Young, científico pionero y autor del libro El milagro del pH.
Por cierto, el término pH viene de una fórmula química que se usa para calcular la concentración de iones de hidrógeno presentes en la substancia, y se refiere a "poder del Hidrógeno". Un pH de 7 es neutro. Los alimentos alcalinos tienen un valor de pH superior al 7, y los alimentos con un valor ácido lo tienen por debajo del 7. El agua pura tiene un pH de 7.
Lo que me resulta curioso es que, por ejemplo, el jugo de naranja o de limón son ácidos en su estado natural, y se convierten en alcalinos una vez metabolizados en el cuerpo; por lo tanto, se consideran alcalinos. La mayoría de las frutas son alcalinas, con pocas excepciones, como arándanos, ciruelas y ciruelas pasas.
¿Por qué no comenzar con hacer de nuestra alimentación un remedio natural para sentirnos mejor? La Dieta Alcalina es un buen comienzo.