En nuestro tiempo, la alimentación y sus trastornos, la geografía y sociología del hambre y los aspectos éticos de la producción y distribución de alimentos son algunos de los problemas relacionados con la nutrición de la humanidad que han venido a ocupar las primeras planas de la información mundial. La alimentación es una necesidad biológica básica, pero, como todo lo biológico que hay en el hombre, está a la vez modulada y condicionada por su dimensión psicosocial.
En efecto, aunque la necesidad orgánica de nutrientes haría pensar en principio que su exigencia habría de ser más o menos igual en todos los pueblos y en todas las culturas, dejando a salvo las peculiaridades geográficas, tal vez no haya área del vivir donde más fuertemente destaque la variabilidad de la conducta humana, y la reelaboración que la cultura ha hecho del acto simple de comer. Variabilidad que se refiere, por supuesto, a qué, cómo y cuánto comer, pero también a cómo afrontamos los efectos de ese comer sobre nuestro propio organismo, nuestra salud, nuestra economía y hasta nuestro prestigio e imagen social.
Hoy, el reparto desigual de los recursos alimentarios se ha convertido en un problema moral y de justicia social de primer orden. Y ello a escala global, envolviendo a la humanidad entera. Hay sociedades donde los alimentos sobran e incluso son destruidos para mantener precios y privilegios con respecto a los mismos, mientras que, por otro lado, hay pueblos enteros que mueren lentamente de hambruna. Existen grupos sociales que derrochan, mientras otros sobreviven con los despojos y desechos que dejan tras de sí los más favorecidos. Se trata al alimento de formas muy dispares, aunque es en esencia una condición indispensable y universal para la supervivencia. Las campañas de los organismos internacionales y las denuncias realizadas por organizaciones humanitarias no han conseguido proponer una solución equilibrada y estable al tema pavoroso de la desigualdad.
En efecto, aunque la necesidad orgánica de nutrientes haría pensar en principio que su exigencia habría de ser más o menos igual en todos los pueblos y en todas las culturas, dejando a salvo las peculiaridades geográficas, tal vez no haya área del vivir donde más fuertemente destaque la variabilidad de la conducta humana, y la reelaboración que la cultura ha hecho del acto simple de comer. Variabilidad que se refiere, por supuesto, a qué, cómo y cuánto comer, pero también a cómo afrontamos los efectos de ese comer sobre nuestro propio organismo, nuestra salud, nuestra economía y hasta nuestro prestigio e imagen social.
Hoy, el reparto desigual de los recursos alimentarios se ha convertido en un problema moral y de justicia social de primer orden. Y ello a escala global, envolviendo a la humanidad entera. Hay sociedades donde los alimentos sobran e incluso son destruidos para mantener precios y privilegios con respecto a los mismos, mientras que, por otro lado, hay pueblos enteros que mueren lentamente de hambruna. Existen grupos sociales que derrochan, mientras otros sobreviven con los despojos y desechos que dejan tras de sí los más favorecidos. Se trata al alimento de formas muy dispares, aunque es en esencia una condición indispensable y universal para la supervivencia. Las campañas de los organismos internacionales y las denuncias realizadas por organizaciones humanitarias no han conseguido proponer una solución equilibrada y estable al tema pavoroso de la desigualdad.
Contenido:
Prólogo.
- La obesidad como problema de salud.
- Perspectiva psicológica en la explicación de la obesidad.
- Definición operativa de la obesidad y sus diferentes enfoques educativos.
- Evaluación psicológica de la obesidad.
- Intervención psicológica en obesidad.
- Estrategias preventivas de la obesidad.
- Programa de intervención psicológica individual.
- Intervención psicológica en otros tratamientos de obesidad.
- Materiales prácticos para la intervención.
- Recomendaciones documentales y referencias bibliográficas.