Existen evidencias científicas que confirman la presencia de componentes con efectos beneficiosos para la salud en muchos alimentos de consumo tradicional, como las frutas y verduras, el pescado, el aceite de oliva, los cereales y los lácteos, entre otros.
Sin embargo, los cambios en los hábitos de vida asociados a las actividades laborales hacen difícil en ocasiones seguir las pautas de consumo recomendadas.
Probablemente de ahí surge el interés del consumidor por incorporar a la dieta alimentos que puedan ayudar a salvar ese desequilibrio alimentario.
Los alimentos funcionales, definidos como aquellos que –manteniendo las características organolépticas de los tradicionales y consumidos dentro de una dieta variada y equilibrada–, además de satisfacer las necesidades nutricionales básicas, pueden proporcionar beneficios para la salud o reducir el riesgo de sufrir enfermedades, están irrumpiendo con fuerza en los mercados internacionales, dado el interés de los consumidores por la relación entre la alimentación y la salud.