No son recomendables en las etapas del crecimiento: infancia, adolescencia; embarazo o lactancia; ya que son periodos de la vida en los que se requiere un mayor aporte de carbohidratos, grasas y proteínas.
En ningún momento puede considerarse que su inclusión en la dieta permitirá bajar de peso. Ciertamente contienen en promedio 30% menos calorías, grasas, sodio y azúcares que los normales, pero una baja ingesta de estos componentes podría traducirse en hipertensión, desórdenes gástricos o afecciones en el sistema renal.
Personas con diabetes o problemas cardiovasculares, que requieren controlar el aporte energético en su alimentación, pueden usar como complemento aquellos con bajo contenido de azúcar y grasas, pero siempre deberá ser bajo prescripción médica. Es importante identificar qué tipo de producto es, se debe leer la etiqueta y conocer que aditivos se le han añadido con la finalidad de modificar alguna de sus características, y así determinar si es conveniente incluirlo en las comidas o no.
En estos productos el azúcar es sustituida generalmente por fructuosa o sacarina, que al entrar en el cuerpo se convierte, precisamente, en glucosa.
Se llaman dietéticos a los productos en que se han reducido grasas, kilocalorías o sodio, mientras que los bajos en grasas tienen un contenido menor de éstas (hasta 30%) que el producto regular. Sin embargo, el proceso industrial al que son sometidos hace que muchos de éstos tengan en realidad un gran aporte calórico. Tal es el caso de algunas leches, cremas, mantequillas; panes, cereales y postres.
No hay mejor alimento que el natural, que siempre será la opción para una dieta sana; lo importante es la forma en que se consumen los procesados y aprender a balancearlos. Para llevar una dieta adecuada sin recurrir a los productos Light, se debe retirar la grasa de los alimentos naturales, ingerir aquellos que tengan mayor cantidad de fibra y beber un promedio de dos litros de agua al día.