Nos hemos deslizado en un círculo destructivo consumiendo la dieta estadounidense que pone el énfasis en los alimentos que contribuyen directamente con la inflamación. Esta dieta genera la producción de cortisol y contribuye con elevados niveles de estrés. Los elementos básicos de una dieta estadounidense típica —azúcar, almidón, maíz, soya y granos (gluten)— son indudablemente los mayores contribuyentes para la inflamación crónica. Del desayuno a la cena los estadounidenses se sirven alimentos que avivan el fuego inflamatorio en el cuerpo. A continuación se encuentran los alimentos que usted debe evitar para poner la inflamación bajo control y disfrutar una salud intensa.
Por ejemplo, a Estados Unidos le encanta su azúcar. La mayoría de nosotros somos bebés de azúcar; hemos sido criados con estas cosas. Desde los refrigerios y los refrescos a los cereales del desayuno y los postres, no podemos tener suficiente de ella. Pero el lado dulce tiene un lado negativo. Nuestra adicción a lo dulce nos está matando lentamente. Somos seducidos con azúcar añadida en los alimentos procesados, las salsas, los aderezos, los refrigerios y las bebidas. Lo cual está duplicando nuestras probabilidades de muerte prematura relacionada con el corazón, el cáncer, la diabetes y la obesidad.
El azúcar y otros alimentos con alto valor glucémico disparan los niveles de insulina y ponen al sistema inmune en gran alerta. Cuando el nivel de azúcar en sangre se dispara, tenemos antojo de más dulces, almidón, alimentos con harina refinada, sal y comida chatarra. Como respuesta a una dieta inflamatoria, el cuerpo produce más cortisol, que provoca más inflamación, más producción de cortisol, niveles más altos de insulina, más antojos; y una y otra vez se repite un ciclo interminable.
Como resultado, los altos niveles de insulina activan las enzimas que elevan el ácido araquidónico en nuestra sangre. El ácido araquidónico es un ácido graso natural en ciertos alimentos y que también es elaborado en el cuerpo. Es esencial para la vida en pequeñas cantidades, pero también es uno de los componentes para elaborar hormonas inflamatorias. No lo queremos en abundancia.
Consumir grandes cantidades de azúcares, fructosa, edulcorantes artificiales y edulcorantes bajos en calorías como los alcoholes de azúcar pueden llevar a que sus bacterias se adapten en una manera que interfiera con sus señales de saciedad y el metabolismo, según un informe publicado en Obesity Reviews. Las bacterias adaptadas a los edulcorantes proliferan y se vuelven más eficientes en procesar grandes cantidades de azúcares y a su vez producen más y más ácidos grasos de cadena corta. Los ácidos grasos de cadena corta promueven la inflamación en el revestimiento intestinal.
Un estudio de mujeres saludables de mediana edad mostró que las altas cargas glucémicas estaban relacionadas con altos niveles de proteína C-reactiva, independientemente del peso y de la ingesta total calórica.
Algunas veces la inflamación puede estar presente y usted ni siquiera saber que está allí. Este tipo de inflamación crónica de bajo nivel es conocida como la inflamación silenciosa, y sabemos por estudios que el exceso en la ingesta de azúcar está asociado con el tipo silencioso de inflamación.
Para romper este ciclo es imperativo evitar azúcar, fructosa, edulcorantes artificiales, edulcorantes bajos en calorías, jarabe de maíz, dextrosa, jarabe para panqueques, maltosa, sorgo y sacarosa. Muchas personas son adictas a los edulcorantes, así que les toma un poco de esfuerzo evitar los dulces. Aliente su corazón. Después de dos semanas los antojos se van.
Esto es lo que hay que evitar:
• Cereales empacados y barras para desayunar.
• Bebidas de café con jarabe endulzado.
• Alimentos elaborados comercialmente con edulcorantes añadidos; lea las etiquetas.
• Barras de energía.
• Galletas, magdalenas, postres, dulces.
• Proteína en polvo con azúcares añadidos.
• Botanas y comida chatarra.
• Refrescos, bebidas de frutas, ponche (una Coca-Cola es igual a tomar alrededor de diez cubos de azúcar).