Los macro nutrientes y los micronutrientes son esenciales para el futuro de un ser humano, sobre todo cuando éste se halla gestándose en el útero materno. Para funcionar adecuadamente nuestro organismo necesita constantemente un aporte de esos materiales, que debemos ingerir para mantener nuestra capacidad funcional.
La mayor parte de esos macro nutrientes y micronutrientes los empleamos en la generación de la energía que nos permite mantenernos vivos y desarrollar nuestra actividad, al igual que ocurre con un motor de explosión.
Glúcidos, grasas y proteínas son los macro nutrientes esenciales mientras que las vitaminas y minerales son los micronutrientes básicos. Hay otros nutrientes, también necesarios, los "plásticos" cuya función no es primariamente energética, pues se trata de materiales que utilizamos para ir "edificando" nuestro propio cuerpo y permitir la creación de las células que constituyen nuestros órganos y tejidos.
Hay que tener también muy en cuenta la existencia de un nutriente inorgánico especial, el agua. No aporta energía pero forma parte de nuestros tejidos en mayor proporción que cualquier otro material y sirve de vehículo de eliminación de nuestros productos de desecho.
Niños más grandes
Para ilustrar la importancia de estos materiales en el desarrollo del futuro de una persona baste como muestra un estudio aparecido en el número de febrero de 2008 de la revista científica británica "The Lancet", en el que se constata que si la mala nutrición de una mujer embarazada, muy habitual en los países pobres, es contrarrestada con la ingesta de preparados con los nutrientes esenciales, los niños que vienen después al mundo son más grandes y más pesados.
La investigación partió del experimento consistente en proporcionar a unas mil doscientas mujeres nepalíes ácido fólico y hierro y un suplemento de quince vitaminas y minerales en los dos últimos trimestres del embarazo. Los hijos de las mujeres que ingirieron el complejo vitamínico pesaron al nacer una media de setenta y siete gramos más que los de las que tomaron solamente los minerales.
Se hizo después un seguimiento de 917 de los niños, hasta que cumplieron dos años y medio, y se comprobó que los hijos de las madres que tomaron macro nutrientes pesaron unos doscientos gramos más que el resto y el tamaño de su cuerpo era mayor.
El hallazgo de esa investigación radica en que los efectos de los nutrientes ingeridos por la madre persisten desde el desarrollo del feto hasta el tercer año de vida.
Sal yodada
Por otro lado, la mejor recomendación para prevenir que un niño padezca bocio y retrasos graves en el desarrollo físico y mental es que la mujer embarazada ingiera sal yodada en vez de sal común.
Federico J. Soriguer, jefe de Endocrinología y Nutrición del Hospital Universitario Carlos Haya de Málaga (sur de España), advierte de que la carencia de yodo durante el embarazo también aumenta las probabilidades de muerte de la madre, aborto espontáneo y mortalidad fetal tardía, por lo que el especialista destaca la importancia de que los médicos "informen cada vez más de la necesidad de una adecuada nutrición de yodo".
Soriguer recuerda que el yodo es un nutriente necesario para el funcionamiento adecuado de la glándula tiroides que regula el crecimiento y el metabolismo.
Existen tres clases de sal: común, marina y yodada. Esta última, fácil de encontrar en tiendas y centros comerciales por unos pocos céntimos más que las otras, se consigue gracias a una sencilla manipulación industrial.
Entre los principales alimentos ricos en yodo se encuentra la leche, entera o desnatada, por lo que una persona que tome un litro de leche al día tiene "bastantes satisfechas" sus necesidades de ese mineral, según el endrocrinólogo.
Otros alimentos que aportan yodo son pescados y productos del mar como el arenque, la sardina, la almeja, el berberecho, la cigala, el langostino, la gamba y el camarón, y frutas como la piña.
Consumo de marisco
Otro estudio, aparecido en febrero de 2007, en la revista "The Lancet" propugnaba el consumo de cantidades significativas de marisco durante el embarazo para beneficiar el desarrollo neurológico del niño, una tesis que cuestionó la política de algunos países, como EE.UU., que recomiendan reducir su ingesta.
El marisco es una fuente importante de ácidos grasos omega-3, que son esenciales para el óptimo desarrollo neuronal del feto, pero en Estados Unidos se recomienda a las embarazadas reducir su consumo a trescientos cuarenta gramos por semana, para evitar la exposición al metilmercurio, un químico que se encuentra en algunos peces y crustáceos procedentes de aguas contaminadas.
Joseph Hibbeln, del Instituto Nacional de la Salud de Bethesda, en Estados Unidos, y otros expertos de la Universidad británica de Bristol analizaron los datos del llamado "Estudio Avon de Padres e Hijos" para observar la incidencia en el desarrollo de los últimos de una mayor o menor ingestión de marisco durante el embarazo.
Los especialistas constataron que el consumo durante el periodo de gestación de menos de trescientos cuarenta gramos semanales estaba asociado con un mayor riesgo de que el niño tuviera un desarrollo verbal más lento, en comparación con el de los menores cuyas madres habían consumido más marisco.