Somos agua : el 70% de nuestro cuerpo está conformado por ella durante la juventud y, en nuestra madurez, la proporción se mantiene aún en 60%, como mínimo. Sin ella, no existimos. Y el ser humano lo sabe desde la antigüedad.
Los griegos llamaban asclepios a los baños termales, en honor de Asclepio, dios de la medicina, que solían realizar con fines curativos y, cuya práctica, es citada en la obra literaria de Ulises.
Los romanos, por su parte, reconocían en las aguas sulfurosas una fuente de salud, como da cuenta la obra de Plinio.
Y aunque la Edad Media –especialmente antes del siglo XVI- supuso un retroceso porque dejó de otorgar importancia a la higiene del cuerpo, los siglos XVII y XVIII, pero sobre todo, la llegada de la imprenta, devolvieron al hombre la tradición de procurarse salud a través de la hidroterapia.
Hoy, en pleno siglo XXI, la medicina alternativa es férrea defensora de las cualidades del agua como herramienta para la salud. Y la clasifica a partir de los más diversos criterios.
En función de su temperatura, las aguas son consideradas frías (menos de 20 grados centígrados), hipotermales (21-35 grados), mesotermales (35-45 grados) e hipertermales (más de 45 grados).
En función de su origen, las hay superficiales (venidas de lagos y mares) e infiltradas (provenientes de redes subterráneas, entre las que se destacan las termales).
Y sobre todo, es su composición química la que determina su potencial curativo. Las bicarbonatadas, poco mineralizadas y de temperatura fría, suelen ser buenas aliadas para la cura de problemas digestivos y pancreáticos, administradas siempre por la vía oral.
La bicarbonatada sódica, por citar otro ejemplo, ayuda en afecciones gástricas, úlceras y afecciones hepáticas.
Las bicarbonatadas cálcicas, mejoran la digestión. Y las bicarbonatadas sulfatadas ayudan a curar problemas del hígado.
Las aguas cloruradas son útiles en el tratamiento de problemas dermatológicos, aumentan las defensas de la piel y permiten desinflamar cuando se utilizan con constancia.
Y las ferruginosas ayudan en el tratamiento de la anemia y el reumatismo, al tiempo que las sulfuradas combaten activamente la dermatitis, problemas reumáticos y los problemas respiratorios. Y México es generoso en la materia de aguas medicinales.
Rincones que combinan reposo y salud pero, que sobre todo, nos recuerdan que sin agua, no existe el equilibrio para el hombre, y tampoco la vida.