Al hablar de ser saludables, no sólo debemos pensar en hacer ejercicio y comer sano. También debemos controlar la ira o evitar enojarnos. Hay tres formas, conscientes o inconscientes, de lidiar con el enojo: Expresarlo, suprimirlo o relajarlo.
- La primera y la más instintiva, es responder a las amenazas con la agresión verbal o física. Sobra decir que no ayuda en nada. No podemos andar dando latigazos a cualquier objeto o persona que nos irrite. Si podemos controlar lo que dispara nuestro enojo y si somos capaces de reconocer el sentimiento y ponerlo en palabras, sin herir al otro, estaremos empleando la manera más sana y madura para eliminarlo. Si un hijo nos dice: “Me gustaría tener otra mamá o papá”, hay que felicitarnos porque tiene el valor de expresar lo que siente. Sólo nos queda acompañarlo en su sentimiento y ayudarlo para que identifique la emoción primaria.
- La ira se puede reprimir y, después, convertir o redireccionar. Esto sucede cuando nos tragamos el enojo, dejamos de pensar en él o nos enfocamos en otra cosa. Lo hacemos con la idea de inhibirlo y convertirlo en un comportamiento más constructivo. Esto puede sonar muy civilizado pero si no está bien manejado puede resultar muy peligroso ya que, al no darle salida, el enojo puede volverse hacia nosotros. Esto nos puede producir hipertensión o depresión. Asimismo, el enojo no expresado abiertamente puede salir de manera pasivo-agresiva y manifestarse al desquitarnos con la gente indirectamente y sin decirle por qué. Quienes constantemente critican, se burlan o hacen comentarios sarcásticos de los demás, no han aprendido a expresar su enojo. No es raro que a estas personas se les dificulte establecer buenas relaciones.
- Finalmente, podemos calmarnos. Esto no sólo implica controlar las expresiones externas, sino también controlar las internas. Tomar medidas para bajar el ritmo cardiaco, respirar hondo varias veces, contar hasta diez, decirnos: “Cálmate, no es para tanto, no arreglas nada enojándote”. En fin, podemos relajarnos y dejar que los sentimientos disminuyan y se vayan.
Lo cierto es que no podemos evitar enojarnos o que se enojen con nosotros. La vida siempre tendrá frustraciones, pena, pérdidas y, de vez en cuando, alguna reacción impredecible por parte de los demás. Eso no lo podemos cambiar, pero sí podemos modificar la forma en que el enojo nos afecta y, también, podemos encontrar el verdadero mensaje que se encuentra debajo de él. Si conocemos la emoción primaria, podremos aceptar y controlar la ira y establecer relaciones más satisfactorias con los seres que nos rodean.
Ahora valdría la pena observar qué pasa en nuestro cerebro cuando nos enojamos. Ciertos estudios demuestran que un cuarto de segundo es suficiente para interpretar las cosas de manera diferente. Así que cuando te enojes, espera un momento antes de dar una respuesta.