La supresión de las golosinas, los pasteles, los fritos y los embutidos en general no resultarán fácil, pero tampoco será imposible, sobre todo si se pone un poco de imaginación en la elaboración de los alimentos sustitutorios.
Uno de los remedios fundamentales consiste en convencer al niño de que su obesidad le hace daño y, en la mayor medida posible, acompañarlo tanto en la dieta que deba cumplir como en los ejercicios físicos que deba hacer. La sutileza que empleen los padres en ello será de gran valor, puesto que el niño no sólo debe acostumbrarse al cambio en el aspecto físico sino también en el mental, para lo cual suele estar menos preparado que un adulto.
Para compensar la ausencia de alimentos que, aunque nocivos, era de su agrado, lo mejor será estimularlo a que practique un deporte que le guste, y proponerle la realización de ciertas actividades que lo entretengan y lo gratifiquen, como dar un paseo andando o en bicicleta, compartir con él algún juego, sugerirle que inicie la colección de algo o llevarlo al cine, a ver un partido de fútbol o al circo. El dinero adicional que implique el costo de estas actividades será la mejor inversión que los padres puedan hacer para un futuro sano para el niño.
A diferencia de la dieta destinada a un adulto, cuando se elabora la de un niño se debe tener en cuenta dos factores primordiales: las necesidades superiores de proteínas para su adecuado crecimiento y de hidratos de carbono para alimentar el derroche de energía de que suelen hacer gala los niños vitalmente sanos.
Así, la nutrición debe incluir alimentos ricos en proteínas, entre los que figuran la carne, el pescado, la leche y sus derivados, los huevos y las leguminosas, y también aquellos que tienen abundantes cantidades de hidratos de carbono, como la miel, el azúcar, el pan, el arroz, las patatas, las legumbres secas, y los plátanos.
Hay ciertas medidas que no sólo ayudarán al niño a consumir una variedad equilibrada de nutrientes sino también a que adopte hábitos dietéticos adecuados para alcanzar un futuro más saludable.
Una de ellas consiste en acostumbrarlo desde pequeño a comer alimentos variados, desde una simple patata hervida hasta ensaladas de frutas exóticas. Las verduras tienen, en general, fama de no gozar del aprecio infantil, pero cuando están bien combinadas y se presentan de forma atractiva suelen ser bien aceptadas por los niños. Un plato de espinacas hervidas, sin más, no ejercerá la misma atracción que un budín de espinacas y huevos, con un toque de queso y bañado con una salsa ligera de tomates naturales.
Otra medida eficaz es la de explicarles, para que sirven los distintos alimentos, potenciando la salud y el bienestar como meta máxima de toda buena alimentación. Aun otra, y de mucha importancia, es inculcarle tanto el amor como el respeto hacia su cuerpo y, de forma complementaria, también hacia el deporte. Es raro que el niño no quiera crecer y tener un cuerpo fuerte y musculoso que le permita hacer proezas a los ojos de otros niños y, a la vez, divertirse utilizándolo como destreza en algún juego.
Uno de los remedios fundamentales consiste en convencer al niño de que su obesidad le hace daño y, en la mayor medida posible, acompañarlo tanto en la dieta que deba cumplir como en los ejercicios físicos que deba hacer. La sutileza que empleen los padres en ello será de gran valor, puesto que el niño no sólo debe acostumbrarse al cambio en el aspecto físico sino también en el mental, para lo cual suele estar menos preparado que un adulto.
Para compensar la ausencia de alimentos que, aunque nocivos, era de su agrado, lo mejor será estimularlo a que practique un deporte que le guste, y proponerle la realización de ciertas actividades que lo entretengan y lo gratifiquen, como dar un paseo andando o en bicicleta, compartir con él algún juego, sugerirle que inicie la colección de algo o llevarlo al cine, a ver un partido de fútbol o al circo. El dinero adicional que implique el costo de estas actividades será la mejor inversión que los padres puedan hacer para un futuro sano para el niño.
A diferencia de la dieta destinada a un adulto, cuando se elabora la de un niño se debe tener en cuenta dos factores primordiales: las necesidades superiores de proteínas para su adecuado crecimiento y de hidratos de carbono para alimentar el derroche de energía de que suelen hacer gala los niños vitalmente sanos.
Así, la nutrición debe incluir alimentos ricos en proteínas, entre los que figuran la carne, el pescado, la leche y sus derivados, los huevos y las leguminosas, y también aquellos que tienen abundantes cantidades de hidratos de carbono, como la miel, el azúcar, el pan, el arroz, las patatas, las legumbres secas, y los plátanos.
Hay ciertas medidas que no sólo ayudarán al niño a consumir una variedad equilibrada de nutrientes sino también a que adopte hábitos dietéticos adecuados para alcanzar un futuro más saludable.
Una de ellas consiste en acostumbrarlo desde pequeño a comer alimentos variados, desde una simple patata hervida hasta ensaladas de frutas exóticas. Las verduras tienen, en general, fama de no gozar del aprecio infantil, pero cuando están bien combinadas y se presentan de forma atractiva suelen ser bien aceptadas por los niños. Un plato de espinacas hervidas, sin más, no ejercerá la misma atracción que un budín de espinacas y huevos, con un toque de queso y bañado con una salsa ligera de tomates naturales.
Otra medida eficaz es la de explicarles, para que sirven los distintos alimentos, potenciando la salud y el bienestar como meta máxima de toda buena alimentación. Aun otra, y de mucha importancia, es inculcarle tanto el amor como el respeto hacia su cuerpo y, de forma complementaria, también hacia el deporte. Es raro que el niño no quiera crecer y tener un cuerpo fuerte y musculoso que le permita hacer proezas a los ojos de otros niños y, a la vez, divertirse utilizándolo como destreza en algún juego.