
Si dejamos de alimentar al niño maltratado que hay en el interior del adulto solitario podremos nutrir el amor y dar lugar a la intimidad. De esta manera liberaremos el dolor de la vida pasada y nos instalaremos definitivamente en el presente.
Sólo si nos concedemos un espacio para la intimidad y el amor aprenderemos a disfrutar de la comida y dejaremos de usarla como un sustituto. Porque comer es una metáfora de la forma en que vivimos y de la forma en que amamos.