La inflamación es un importante componente del sistema inmunitario. Es esencial para el proceso de sanidad, ya que es una respuesta programada, necesaria para luchar contra infecciones y reparar tejidos dañados. Por ejemplo, cuando se hace un esguince de tobillo o desarrolla amigdalitis, sus glóbulos blancos liberan productos químicos a los tejidos afectados. Eso impulsa un aumento del flujo sanguíneo a la zona, la cual causa enrojecimiento, calidez y dolor. Ese es el motivo de que su tobillo o sus amígdalas se inflamen, duelan y se pongan rojas; también es el motivo de que esas zonas se curen con mayor rapidez. Sin esta respuesta, las heridas e infecciones nunca se curarían; y finalmente, eso pondría en riesgo todo su cuerpo.
Sin embargo, surgen problemas cuando esta reacción de inflamación se vuelve sistémica y no se controla durante meses o años. Cuando eso sucede, los mismos productos químicos utilizados para sanar pueden causar subida de peso y finalmente desencadenar multitud de enfermedades mortales.
La inflamación localizada es fácil de detectar y sentir. Sus señales incluyen hinchazón, enrojecimiento, calidez y dolor. Cuando el cuerpo desencadena esta respuesta de sanidad, usted siente el dolor de un músculo con esguince, una distensión, tendinitis o bursitis. Sin embargo, ya que la inflamación sistémica normalmente no proporciona esos síntomas, no se reconoce. Peor aún, cuando finalmente se diagnostica, doctores y pacientes con frecuencia la descartan como una mera señal de envejecimiento o de obesidad. Desgraciadamente, esa poca consideración con frecuencia conduce a una mayor subida de peso y enfermedad.
Aunque la inflamación crónica es un síntoma de casi todas las enfermedades, también agrava la enfermedad. La inflamación incesante saca a la luz las citocinas inflamatorias, que son productos químicos destructivos de señalización celular que contribuyen a la mayoría de las enfermedades degenerativas. Entre ellas están: ateroesclerosis, enfermedades del corazón, cáncer, artritis, síndrome metabólico, Alzheimer, alergias, asma, colitis ulcerativa, enfermedad de Crohn, hepatitis, enfermedad celíaca, obesidad y diabetes.
Observará que casi todas esas enfermedades están relacionadas con la obesidad. Esencialmente, a medida que los estadounidenses engordan cada vez más, aumenta la inflamación sistémica crónica y conduce a muchas de esas enfermedades. También causa que nuestros cuerpos envejezcan con rapidez, incluyendo el desarrollo de arrugas.
La grasa alimenta la inflamación
La relación entre obesidad e inflamación es cíclica en naturaleza: la obesidad causa una mayor inflamación, y una mayor inflamación causa más subida de peso. Esto se debe en parte a que las células adiposas fabrican varios tipos de mediadores inflamatorios, incluyendo la interleucina- 6, el factor alfa de necrosis tumoral, y el activador inhibidor plasminógeno-1. Todos ellos aumentan la inflamación y están relacionados con la ateroesclerosis, o endurecimiento de las arterias. Las células adiposas también producen las citocinas mencionadas anteriormente. Son proteínas que desencadenan la producción de más mediadores inflamatorios, como la proteína C-reactiva (PCR). La PCR es solo un indicador inflamatorio que los doctores utilizan para medir el estado inflamatorio del cuerpo. Si hay inflamación en algún lugar en el cuerpo, la PCR normalmente aumenta. El nivel de PCR aumenta en casos de infección crónica, elevado azúcar en la sangre (resistencia a la insulina) y en las personas con sobrepeso y obesas, especialmente entre quienes tienen mayor grasa abdominal. Un elevado PCR también está relacionado con un mayor riesgo de ataques al corazón y derrames cerebrales.
Cuando el cuerpo produce más mediadores inflamatorios, como PCR, esto a su vez destaca la inflamación sistémica crónica. Esencialmente, cuanto más grasa tenga usted (particularmente grasa abdominal), mayor inflamación sufre.
La mayoría de personas piensan en el tejido adiposo como inactivo, pero eso está lejos de la verdad. El tejido adiposo o las zonas de grasa almacenada, como la grasa abdominal, son activos órganos endocrinos que producen numerosos tipos de hormonas, como la resistina (que aumenta la resistencia a la insulina), la leptina (que disminuye el apetito) y la adiponectina (que mejora la sensibilidad a la insulina y ayuda a disminuir el azúcar en la sangre). Cuantas más células adiposas, más estrógeno, cortisol y testosterona produce su cuerpo. Esta es una de las razones por las que los hombres obesos normalmente desarrollan senos y a las mujeres obesas con frecuencia les sale vello facial. Sus células adiposas están fabricando más estrógeno y testosterona respectivamente. Cuando sus tejidos adiposos segregan todas esas hormonas, con mayor probabilidad elevando sus niveles de testosterona, estrógeno y cortisol, y producen una tremenda inflamación en su cuerpo, el resultado es la subida de peso. Su tóxica grasa abdominal extra prepara entonces el escenario para la diabetes tipo 2, las enfermedades del corazón, el derrame, el cáncer y muchas otras enfermedades. Eso se debe a que la grasa abdominal es como esos incendios en el sur que mencioné anteriormente. Se extiende por todo su cuerpo e inflama su sistema cardiovascular, lo cual causa la producción de placa en sus arterias e inflamación en el cerebro. Esto puede incluso conducir potencialmente a la enfermedad de Alzheimer.