No hay estadísticas que confirmen una tendencia hereditaria de la enfermedad, aunque sí existen enfermedades predisponentes a la aparición de aneurismas, además de factores de riesgo como el tabaquismo, la hipertensión arterial o los anticonceptivos.
El aneurisma cerebral afecta los vasos de la base del cráneo, casi el 90% ocurre en vasos derivados del sistema carotídeo y un 10% en vasos derivados de las arterias vertebrales.
Los síntomas que determinan la irrupción de un aneurisma cerebral son extremos, ya que vendrá determinado, sobre todo, por la magnitud y la ubicación del sangrado, siendo el caso más leve la irritación meníngea, pero pudiendo producir también la muerte.
Por lo que se refiere al cuadro de hemorragia meníngea, se caracteriza por una cefalea intensa, además de rigidez de nuca, náuseas, vómitos, visión borrosa o doble. Pero también puede presentarse como un accidente cerebrovascular, con déficit visual, hemiplejía, afasia, pero lo que no disminuye, en la mayoría de los casos, es la intensa cefalea.
Tratamiento
Para localizar y determinar la intensidad de un aneurisma son varios los estudios que pueden llevarse a cabo. Para corroborar la presencia de sangrado aracnoideo, nada mejor que la punción lumbar. Pero también el estudio puede ir enfocado a la tomografía computada de cerebro o a la resonancia magnética, que confirmará tanto la presencia de la hemorragia como presuponer la ubicación del aneurisma roto.
La angiografía cerebral es un estudio enfocado a la visualización, y ubicación, exacta, así como su relación con otros vasos vecinos o sus características morfológicas.
El tratamiento habitual, admite dos fases primordiales: la primera, en cuanto el paciente es aceptado en un servicio de internación, preferentemente en un servicio de cuidados intensivos, donde se cuidará el estado general del paciente. Además, se le administrará medicación específica, a los fines de controlar la hipertensión arterial, evitar el vasoespasmo o la hipoxia con la intención de mitigar el daño provocado por la hemorragia y prevenir la repetición de un nuevo sangrado, además de preparar al paciente para el tratamiento quirúrgico o endovascular.
Una vez efectuado el diagnóstico y compensado el enfermo, toma partido el neurocirujano, quien decidirá la cirugía convencional a cielo abierto y la colocación de un clip -pequeño brochecito metálico- que cerrará el aneurisma roto para que no vuelva a sangrar, o bien el procedimiento endovascular.
Si bien la solución menos traumática es el cateterismo, hay aneurismas que se pueden solucionar de esta forma y otros que indefectiblemente deberán ser resueltos por cirugía convencional con ayuda del microscopio quirúrgico e instrumental de microneurocirugía.